El futuro de Brasil vislumbra desafíos pese a la mejora en los datos económicos de corto plazo
La inflación va a la baja y abre el camino para reducciones en la tasa de política monetaria, pero la mejora económica podría no dar pie a un gobierno de centro.
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El gobierno brasileño ha recibido un impulso recientemente por un flujo favorable de noticias económicas: la inflación sigue bajando, permitiendo una mayor expansión de la política monetaria, una recuperación incipiente está en marcha y la creación de empleos ha vuelto. En este escenario, lo más probable es que la economía tenga un desempeño mejor al esperado hace algunos meses, despertando mucho optimismo en los mercados financieros. La bolsa está al alza, el tipo de cambio está estable y, pese a preocupantes tendencias fiscales, la demanda por bonos brasileños está subiendo. Dicho esto, hay una serie de causas de preocupación, tanto en el corto como el mediano plazo.
Brasil salió técnicamente de la recesión más larga de su historia después de registrar dos trimestres consecutivos de crecimiento este año. Es necesaria cierta precaución. La expansión del Producto Interno Bruto del primer trimestre (1% frente al trimestre anterior), estuvo en gran parte influenciada por una cosecha récord que resultó en mayores exportaciones y en una caída de los precios de los alimentos. Entretanto, la brusca reducción en la inflación desde principios de 2017 proviene del descenso del precio de los alimentos, un hecho que el banco central de Brasil ha reconocido. Los menores precios de los alimentos y la inflación han aumentado el poder de compra de los hogares, pavimentando el camino para un mayor consumo en el segundo trimestre.
De hecho, el crecimiento del segundo trimestre (0,2% frente a los tres meses previos), fue el resultado de un brusco aumento en el consumo asociado tanto con la caída de la inflación como con la decisión del gobierno de permitir retiros limitados de un programa de ahorro obligatorio de los trabajadores, el Fondo de Garantía de Tiempo de Servicio (FGTS).
A medida que el impacto de los factores temporales se desvanezca, es posible que la economía pierda parte de su impulso. Los datos de agosto fueron decepcionantes, pero las encuestas de confianza de septiembre fueron alentadoras, así como otros indicadores. De hecho, algo de volatilidad no sería sorprendente, dadas las características de la recuperación económica de Brasil.
Tasas a la baja
Con la inflación bajo el límite inferior del rango meta de 3%, en 2,7% en septiembre, el banco central tiene amplio margen para seguir bajando las tasas de interés, lo que podría entregar apoyo a la economía. La tasa Selic está en 7,5% actualmente (675 puntos base menos que cuando comenzó el ciclo de flexibilización de tasas en curso, en octubre de 2016) y va en camino a llegar a 7% a fin de año. Con el actual impulso en la economía de Brasil acelerándose con la mayor expansión monetaria y condiciones externas favorables, el panorama para 2018 se ha vuelto más favorable de lo que se preveía.
Aunque algunas incertidumbres de corto plazo han desaparecido, pavimentando el camino para escenarios cautelosamente optimistas para lo que queda de 2017 y 2018, pese a los escándalos de corrupción que han ensombrecido a la política, hay mayor incertidumbre sobre el panorama más allá de las elecciones generales de octubre de 2018.
Los mercados actualmente están calmados por la noción de que una recuperación económica razonable reducirá el desempleo (aún por encima del 12%) y pavimentará el camino para que un gobierno de centro pro-reformas tome el poder en enero de 2019.
La creencia de que la mejora económica guiará el sentimiento de los votantes en 2018 ha servido para mantener los temores sobre el panorama fiscal bajo control. Brasil aún enfrenta un déficit fiscal significativo en el corto y mediano plazo, y la deuda pública como proporción del PIB parece destinada a crecer a 85% o más durante los próximos dos años. Sin embargo, en base a la narrativa actual de los mercados, bajo un nuevo gobierno reformista, el ajuste fiscal será una prioridad y las reformas para que las finanzas públicas vuelvan a un pie sostenible se materializarán pronto. Aunque compartimos esta presunción que, admitimos, es optimista, el resultado de las elecciones tiene riesgos negativos.
Avance anti-establishment
Las recientes encuestas y sondeos han revelado el rápido avance del sentimiento anti-establishment entre los votantes, exacerbado por la difusión de los escándalos de corrupción desde 2014. El electorado parece estar buscando un “cambio” y ese tipo de “cambio” no está asociado a los actuales candidatos centristas y pro reformas. En realidad, este cambio parece estar asociado ya sea con candidatos de extrema derecha con un mensaje fuerte de ley y orden como Jair Bolsonaro, o, paradójicamente, con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien recientemente fue acusado de corrupción.
El gobernador de Sao Paulo Gerardo Alckmin, el probable candidato del centrista Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y quien nosotros tentativamente asumimos como ganador, está luchando para llegar a los dos dígitos en la intención de voto, aun cuando aún no ha lanzado su candidatura.
Además de los riesgos políticos y las incertidumbres que rodean a las elecciones, la economía está lejos de estar en tierra firme. El crecimiento sostenible en el mediano plazo depende no sólo de la continuación de los actuales esfuerzos de reforma, sino también del ajuste fiscal, una reforma más amplia del sector financiero, una reforma tributaria y medidas para abrir la economía al comercio e inversión extranjeros.
Al parecer, parte de la razón por la que la confianza del mercado se mantiene acomodativa para Brasil es que las condiciones externas son favorables y se mantendrían así hasta 2019, cuando un nuevo gobierno esté en el poder.
Economist Intelligence Unit